Ni la escuela, ni la universidad, ni ningún otro centro educativo pueden sustituir la riqueza, potencialidad y versatilidad que proporciona la vida en familia. La educación académica aporta los elementos técnicos y de cultura general, en términos de teorías, modelos y métodos, necesarios para el desempeño en el trabajo en nuestras organizaciones, y para múltiples orientaciones en la vida.
Otras instancias de la sociedad, como los medios de comunicación y el estado, actúan como complemento de peso importante en el proceso formativo de los futuros ciudadanos; pero es la dinámica de la vida familiar la que deja la huella – la impronta – gravada a presión, con caracteres indelebles, en los individuos, a través de mapas, modelos, actitudes y comportamientos observados y vivenciados, aprendidos y codificados a lo largo de la vida en familia.

